Su vida empezaba cuando la de los demás acababa.
No sabía qué debía hacer... Estaba perdido...
Sólo sabía que era él quién debía lanzarse.
Todo parecía ser un caos, sólo había orden en su mundo.
Era él único que existía hasta ese instante...
Una persona apareció...
Le brindó una mirada... una sonrisa... un roce... un suspiro...
Él quiso devolverle todo aquello pero ella desapareció.
Ahora sí que estaba perdido de verdad, pero él no se rindió fue en busca de ella.
No le hizo falta mucho tiempo... estaba allí, sentada en la orilla, sumergida en sus pensamientos, perdida en su mundo.
¿Igual que él?
Sí, pero él no lo quería. Él deseaba que ella se sumergiera en el mismo mundo que él para poder compartirlo todo.
Se miraron, se sonrieron, se rozaron sus mejillas, notaron sus respiraciones, la mirada se convirtió en un candado, sintieron sus cuerpos rozándose, sus labios se juntaron hasta el punto de besarse. En ese instante apareció la magia. Les hizo volar hasta lo más alto del cielo y cuando estaban en el punto más alto sus cuerpos se desvanecieron... sus cuerpos se desintegraron y viajaron al mundo que los dos deseaban. Un mundo donde sólo estaban ellos dos y todo el tiempo del mundo.
Se despertó el día par del mes impar del año periódico del siglo infinto.
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