Naces, creces y mueres. Los humanos somos verdaderamente simples... no somos para nada impresionantes ni increíbles. Somos básicos. Pero a lo largo del periodo vital, nos acompañan otros seres, iguales a nosotros y diferentes en aspecto y personalidad. Encuentras personas afines y otras que no soportas. Te hacen sentir emociones, te hacen aprender, te hacen darte cuenta de cosas que tu mismo no ves, hacen que crezcas interiormente, hacen que construyas tu propia personalidad, tu propio carácter, que crees tu yo interior. Pero no es tan simple, porque no es lo mismo uno que otro. Cada persona te aporta cosas distintas y esto hace que para ti tenga un valor u otro. Según quién te acompañe en ese periodo de tu vida, lo que te haga sentir, será más o menos importante para ti. Por eso las personas, todas (repito todas), son importantes, en su mayor o menor grado pero todas son importantes. No menosprecies el que apareció unas semanas en tu vida y ahora ni te saluda, seguramente aprendiste algo de él, no odios a quién te partió el corazón, ten en cuenta que fue el único que hizo sentirte especial y amada, no ignores a aquél que quiere conocerte, podría ser alguien especial... y así podría estar horas. Las relaciones interpersonales no son fáciles, pero no tenerlas en cuenta sería un error.
Yo no me arrepiento de nada de lo que hice en su momento. No me arrepiento de lo que siento en mi interior hacía ciertas personas. No me arrepiento de sentir lo que siento por esa persona. No me arrepiento de pensar que eso es mejor que aquello. No me arrepiento de pensar que el rojo y el rosa no pueden combinarse jamás, que es horrible. No me arrepiento de ninguna conversación que he tenido con algunas personas. No me arrepiento de nada.
Acepto el cómo actué, el por qué lo hice, por qué ese momento... Acepto todos y cada uno de mis actos. Y sé que puedo repetirme, pero... NO me arrepiento de sentir lo que siento.
No importa dónde, cuándo y por qué, sino quién.
El quién es la clave de tu yo interior.
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