lunes, 1 de noviembre de 2010

Temible acero incandescente



Mientras paseo por un bosque repleto de árboles maravillosos, pequeñas criaturas desvergonzadas y olores y resplandores de cuento, mis pies producen un sonido al rozar la tierra que no provoca eco alguno. Me detengo, una flor, pequeña flor colorida, provoca en mí la curiosidad de saber que olor alberga, la textura de los pétalos, la fragilidad de la misma. Me incorporo, respiro hondo y sigo mi camino. A lo lejos la silueta de un ser. Me quedo asombrada de la bella naturaleza que reina en nuestro mundo. Él ha pasado de largo pero no sin dejar rastro alguno, una mirada y una sonrisa. Tiemblo entera, la razón no la sé, o quizá sí. Quizá es él quien se cruza en mi camino, que provoca en mí la sensación de tranquilidad y de calma, quién me hace sentir aquello que otros no pueden. Me giro, se ha quedado quieto, mirándome, todo este tiempo, contemplando mis movimientos. Me quedo igual que él, para que voy a ser lo que no soy, me pica la curiosidad, qué es lo que quiere. Da varios pasos hasta quedarse a pocos metros de mí, me acerco quedándome a pocos centímetros de él. Algo dentro de mi se descoloca, no sé como reaccionar, no sé qué debo hacer.
Una sonrisa, un beso en la mejilla, desaparece.





Me encanta.





_

No hay comentarios:

Publicar un comentario