sábado, 24 de abril de 2010

Memorias de una rosa

Eran tan perfecto que no puede ni describirse.
Ella había esperado mucho tiempo que el prícipe le tragera una rosa que se había cansado de esperar que él pudiera pensar en un detalle cómo ese. Algo les separó, provocando una guerra entre reinos. Ningún súbdito conseguía calmar la ira que crecía poco a poco en el interior de él, pero tampoco conseguían calmar los mares que rozaban la suave piel de ella. No era fácil para nadie ver cómo dos reinos unidos por una fuerza mayor se destrozaban entre ellos. Una de las hermanas de ella le pidió de rodillas que se levantara de la cama, se mirara al espejo y se dijera a ella misma que nada ni nadie podía arrebatarle la felicidad de una vida regalada. Uno de los hermanos de él le pidió de rodillas que dejara de bombardear con buenos actos a un reino que jamás podría aceptarle. Nada de lo que fue pedido se concidió hasta que no paso un tiempo de olvido.
Los reyes de dichos reinos se citaron en uno de los palacios para hablar sobre los tiempos que se acercaban. No querían bajo ningún concepto unirse para luchar sino para seguir caminos paralelos para no destrozarse mutuamente. No fue fácil convencer a la princesa de los tiempo que se acercaban pero tampoco fue fácil convencer al prícipe que debía luchar con ellos sin tener el mínimo contacto.
Un día llegó al pueblo un músico, no tenía nada más que su pequeña armónica, y venía con la esperanza de poder vivir mejor allí. La princesa se levantó aquél día con un rayo de sol en la habitación que le hizo sonreir. No tenía ganas de nada pero la hermana pequeña la convenció para salir de palacio e ir a pasear. Por las calles se respiraba un aire fresco y vital que hacia que la pequeá princesa sonriera. Escuchó música, unas pocas notas que convinadas hacían que ella pensase en encontrarlas. No fue fácil llegar hasta el centro de la plaza, había mucha gente escuchando. Ella maravillada por lo que era capaz de tocar le pidió que se presetnara por la tarde al reino. El músico no se atrevió a llevarle la contraria, era la princesa y había que hacerle caso. Esa misma tarde el músico se presentó en palacio con una rosa y su armónica.
-¿Cómo os llamáis?
- Como la princesa desee.
- ¿Y la rosa?
- Para la princesa.
- ¿Por qué trajo una rosa si nadie se lo pidió?
- Porque una princesa como usted debe tener una flor bella, dulce, perfumada, difícil, especial, en la habitación cada mañana.
El músico se al entregó fregando sus manos con las de la princesa. Ella no hizo un gesto de apartarse, le pareció que el músico era mucho más que un simple músico.
Quizá muchos de los del reino no podían entenderlo pero una rosa pudo cambiar la vida de la princesa por completo.

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