La lluvia cesó y dejó paso a un pequeño rayo de Sol.
Tus sinceras palabras calmaban mi inquietante ser.
El viento volvió a la destrucción de un mundo moribundo.
No me pregunto si volveré a tocar a aquél bloque de hormigón.
Sé que lo haré, y él aceptará que descanse mi ínfimo cuerpo sobre el suyo.
Una roca, inanimada, sin sentimientos...
Una niña, tímida, escurridiza...
¿Y por qué no?
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