No sabía muy bien qué contestarle, sentía un profundo dolor dentro de sí misma, náuseas y lo único en que pensaba era en desaparecer. Por fín había recordado todo aquello que le hizo sufrir la anterior noche. No le tenía miedo pero le producía asco verlo alli delante. Se acercó poco a poco a ella, sin hacer ningún movimiento brusco que pudiera asustarla.
- "¿Cómo estás?"
- "Me duele todo y no sé qué me has hecho." - ira y cólera fluían por sus venas.
- "No te he hecho nada." - sonrió maléficamente, desnudándola con la mirada.
- "Pues si no me has hecho nada, se puede saber el ¿¿¡¡por qué tengo tantos moratones y no puedo hacer apenas ningún gesto!!?? - estaba tan enfadada que le daba igual qué más pudiera hacerle él. Tenía muy claro que de esa noche el hijo de puta de su padre no pasaba. No sabía qué iba hacer para conseguirlo pero no volvería a mirar jamás los ojos de sádico y monstruo que tenía.
- "He hecho lo mejor para tí, cariño. Sabes que papá nunca te hace nada si no es por tu bien..."- la voz dulce de ese engendro apareció de la nada.
Le miró con rábia y le tiró la toalla a la cara marchándose a su habitación. Cogió una pequeña bolsa, puso un par de pantalones, dos pares de camisetas, ropa interior de recambio, el móvil y el ordenador portátil. Pesaba mucho para su estado físico pero era consciente de que si no lo hacía moriría como un perro maltratado. Se miró al espejo, cogió aire, se convenció y salió de la habitación. Fue dirección a la puerta con las llaves en la mano. Sigilosamente la abrió, dejó la mochila justo en el borde de la escalera del segundo piso, entró de vuelta a casa dirección a la cocina.
- "¡Papá!"
Se giró y le dió un puñetazo en la nariz y una patada en la entrepierna. El hombre no podía ni moverse.
-"Esto te pasa por ser un marido pésimo, un padre sin noción de tal, un sádico de mierda, un enfermo mental y un hijo de puta. No me busques, no lo intentes. Procura pudrirte tu sólo en esta mierda de antro. Adiós."
Le dió la espalda y salió por la puerta, la cerró con llave y las tiró encima de la alfombrilla. No estaba muy segura de haber hecho lo correcto pero sin embargo ya lo había hecho. Salió del edificio consciente de que ahí no podría volver a entrar. Cogió el móbil y marco un número de teléfono.
-"¡Hola!"
-"Hola, ¿estás en casa?"
-"¿Qué te ha pasado?"
-"¿Estás en casa?"
-"Sí"
-"Voy para allá, no te muevas."- colgó el teléfono y fue dirección al metro.
-"¡Hola!"
-"¿Puedo pasar?"
-"Por favor."
Estaban solos en el piso. Ella dejó la mochila. Se sirvió de un vaso de agua y le pidió que se sentara en el sofá que ahora venía. Él se quedó ahí sentado, no acababa de entender lo qué estaba pasando. Entonces apareció ella, con su perfecto cuerpo dañado. Se quedó sin respiración, estupefacto, impotente ante ella, se levantó, la repasó de arriba a bajo, la cara no variaba de expresión, el terror y la sorpresa se mezclaban sin más. Le acarició los brazos suavemente, la cogió de las manos y la miró a los ojos.
-"No vuelvas a ir de dónde sea que vienes."
-"Entonces no puedo vovler a casa."
-"Quédate conmigo. No acepto un no por respuesta."
Le dió un beso suave, la abrazó arropándola como a una niña pequeña, se la llevó al dormitorio, la obligó a estirarse, la tapó con el edredón, él desapareció un momento. Volvió desnudo como ella, se metió dentro de la cama, la miró, le sonrió y le dijo: "no te preocupes por nada, yo te cuidaré, ahora duerme."
Ella cerró los ojos, respiró profundamente y cayó en un sueño profundo. Él la miró, suspiró, la amaba y no iba a separarse jamás de ella.